jueves, julio 15, 2010

LAVADORA Y MAMPARA



Elegidas, compradas y preparadas para deleitar nuestra casa y hacer de ella un hogar más apacible y acogedor.

Por fin vamos dándole colorido a la casa, tan vacía, tan triste, tan...¡¡¡tan sucia!!! Pero es que, hasta que no nos arreglen los desperfectos con lo que nos la dieron, no podemos hacer mucho más de lo que estamos haciendo. Ni pintar, ni colocar sanitarios, ni fregar... Aunque bueno, todo a su debido tiempo... (esperemos que no sea un tiempo muy lejano, porque sino aumentará mucho nuestra tensión y se disipará nuestra paciencia, que comienza a hartarse).

Ninguna novedad artística ni creativa. Siento pereza, trastorno hogareño y desinspiración. Pero todo llegará...

Mientras, cuelgo un pequeño relato que escribí hace muuuuuuuuuuucho, muuuuuuuuuucho tiempo en una galaxia muy muy lejana... (es lo que tiene tener demasiadas ensoñaciones). Espero que les guste. La ilustración es de mi amigo MILIO.

UN MILLÓN, MALDITA APUESTA

Jose y yo nos habíamos apostado un millón. Esa era la frase que salía de nuestra boca a diario: ¿me juego un millón a que sí…? - solíamos decir.

Desde pequeños nos retábamos por cualquier cosa y siempre llegábamos a aquel dicho.

Eran millones ficticios, sabíamos de sobra que ninguno de los dos teníamos dinero suficiente para juntar un millón.

Estaba acostumbrado a ganarle casi siempre y tener como recompensa un saco de mentiras.

Adquiría ilusiones como un “enano”, me vendía al diablo por el juego pero siempre el premio al campeón era inadecuado a nuestro esfuerzo.

Una mañana de a diario me levanté con una inspiración que contarle a mi amigo. Había estado dándole vueltas a la cabeza mientras dormía y preguntado a la almohada una solución a aquello. Como comprenderán, la almohada me ignoró. El resultado de mi quebradero fue una novedad para nuestras apuestas.
El premio consistiría en lo mismo. Un millón. Pero esta vez no sería de euros, trataría de algo que pudiéramos conseguir con nuestras propias manos sin llegar a usar el hurto. El vencedor daría a conocer el millón que recibiría del otro.

Sobre lo que cernía la apuesta era lo siguiente: El dueño del Bar López era un poco cascarrabias y algo más serio de lo normal. El juego consistía en conseguir una simple sonrisa de su cara. Quien lo consiguiera ganaría su primer millón no ficticio.

Echamos a pares o nones quién comenzaría con su estrategia. Gané yo.



Estaba todo hecho. Ya sabía lo que le pediría como premio. Un millón de besos que le tendría que dar a la chica más fea del instituto. La Grandu. Ya imaginan su tamaño además de su belleza.

Me acerqué hasta la barra del bat y esperé a que el dueño se aproximara.

Arrimándome más aún hasta él le dije al oído: un hombre llega al médico y le dice -doctor, que me quemé- a lo que responde el matasanos -¿que te que té?-
Una mirada de desprecio por parte del camarero me inundó de vergüenza.

Ni tan siquiera un pequeño movimiento de la comisura de sus labios.

Me preguntó si quería algo y al oír mi negación me invitó a que me marchara por la puerta por la que había entrado.

Jose estaba fuera riéndose por mi torpeza. ¡Adiós al millón de besos que la Grandu esperaría de éste!. Ahora sólo quedaba esperar que el corazón de mi amigo no hubiera estimado esa suerte para mí.

Mi contrincante entró en el bar y se sentó en el mismo taburete que lo hice yo. El asqueroso camarero se le acercó y marchó al instante .Volvió para colocarle un vaso a su lado con dos cubitos de hielo y una coca cola sin la chapa.

Ya me moría de nervios por ver el resultado. Le pedí más de un millón de veces a Dios que Jose no consiguiera sus propósitos y aquel despiadado hombre no se riera como hizo conmigo.

Instantes después aquél individuo arrimó su oreja a la boca de mi amigo y estalló en carcajadas de repente. Ahí, todo había acabado. Perdí la apuesta.

Era hora de agachar la cabeza y rezar por un bonito final. Ojalá no tuviera nada que ver con la Grandu.

Atento a mi desolada cara, bajó por las escaleras del bar con un majestuoso andar. Se rió varias veces de mí y nos dirigimos al parque, sin mediar palabra, donde decidiría su millón de castigos hacia mi persona.

Allí tomé asiento en un banco y le pregunté cuál fue la estrategia. Muy fácil, dijo él: - Gané la confianza del barman cuando le pedí una la coca cola, “ya que el cliente siempre lleva la razón”. Le comenté nuestra apuesta y lo que había pensado hacerte si ganaba yo. Tu condena sería bajar las rejas del bar todas las noches, así hasta un millón de días. -

Mi único deseo era que el bar fuera a pique y cerraran cuanto antes.

Han pasado veinte años desde aquél envite y aún cierro las verjas del bar López día tras día.
Mi nuevo afán es que cambien de dueño y el siguiente me perdone éste suplicio. Pero mucho me temo que no será así, una nueva generación de López han tomado el bar y estarán a su cargo por mucho tiempo.


SALUDOSSSSSS

lunes, julio 05, 2010

BESO 1º

Hoy haces años, amigo, pero jamás, JAMÁS, me olvido.

Un beso, dos besos, tres besos...miles de abrazos...

Gracias por haber sido así, por estar siempre ahí, por ser como fuiste y hacerme sentir como nadie jamás me ha hecho sentir.

BESO 1º


Bésame, que yo te beso

porque sin un beso

un romance ¿qué es eso?



Viérteme tu amor en mi seso

bravo despliegue de pasión

aromatizada de alhelí

mas rómpeme lanzas en el pecho

y si no es amor

que me quede tieso.



Véngate con hechizos embrujados

o déjame alunizarme

sobre tus labios deshechos,

piel de esponja

ojos de orquídea

y sabor a albaricoque,

que ante todo amor travieso

no crujo tanto loza sino yeso

sobre el cimiento

de tu crucial beso.




Gracias Crisu por el dibu, gracias por hacerme sacar estos besos. Gracias.

Gracias Rubén, por no salir jamás de mi corazón.