viernes, abril 02, 2010

LOS DESEOS TAMBIÉN SE HACEN REALIDAD

Soñar es gratis, y muy satisfactorio a veces...otras no. Pero también hay dos posibilidades, o más, a la hora de que alguien sonría o no, que alguien llore, o no, o que alguien te pida perdón o lo deje pasar durante el resto de tu vida y "su" vida sin hacerlo. Son cosas cotidianas pero muy importantes, como soñar, despierto o dormido. Lo más importante es soñar. Soñar es gratis. Soñemos todos, disfrutemos de los sueños en los que podemos ser mejores, más guapos, más fuertes, tener alas...soñemos por el mero hecho de soñar que es una acción tan preciosa como amar, aunque no tantas veces angustiosa.
Les dejo con un relato al cuál donó muy gratamente su ilustración mi amigo Diego Frachia. Espero que les guste.



Yara reposaba la comida sentada en su sillón preferido. Observaba con atención las noticias de aquel diestro día. Dos familias de pobres ilusos festejaban su acierto en los sorteos millonarios del Estado. Celebraban su suerte con sidra y champán. A saber cuánto les duraría su éxito, pensó la joven.

Ana, la hija del actual presidente de su país enseñaba su alegría por la reciente boda en la que sería la protagonista principal.

Esas y más noticias felices aparecían una tras otra en la pequeña pantalla.

Frente a su sofá estaba una canija mesa de escritorio y la silla que ella calentaba cuando escribía. Encima de la mesa había un cuaderno que la mañana anterior compró para rellenar con sus locuras nocturnas.

Decidió arrancar un folio y escribir cosas que le gustarían que pasara en el mundo. Soñar no es caro se solía decir.

Ahora sentada frente al escritorio con un bolígrafo en la mano, comenzó a soñar despierta: que la gente no matara por placer (sólo quien lo mereciera, exclusivamente por penas de muerte en los EE.UU.); extinguiría las bombas y todo tipo de armas de fuego o blancas para disminuir su actual uso inadecuado (¡ojalá fuera tan fácil!); que acabase el terrorismo que acecha nuestras calles; no pensar en el tiempo cuando me encontrara con mi novio y poder pasar toda la eternidad a su lado sin cansarnos (eso aún lo hago, pero duermo, como, ceno, y a veces no estoy a su lado); que acabaran las guerras (un deseo casi imposible) y me devuelvan a mi madre (o me espere en el cielo).

Al escribir aquellas palabras, Yara se impregnó de tristeza por los recuerdos e hizo una bola de papel y lo tiró al fuego de su chimenea. El humo que creó salió por el agujero hacia el exterior. La vanidad se eximía por el orificio de la chimenea y se inscribía en las paredes que indicaban su camino.

La puerta cerrada del salón entrecortó un fuerte ruido que hizo la de la entrada al chocar contra la pared. Alguien había entrado en su casa. O un fuerte viento la habría abierto con enorme vigor.

Fue ese mismo alguien quien volvió a asestar otro consistente portazo en el salón.

Policía, ¡queda usted arrestada! Fueron las últimas palabras que oyó después del tremendo susto.

Yara no hizo nada para defenderse. Los guardias la arrestaron y la llevaron consigo a la comisaría.

Diez días después de estar en prisión, otro policía fue a su celda para darle la buena noticia. La habían liberado. Hubo un error en su arresto y era inocente de los cargos por los que se le acusaba.

Desbordaba alegría por su cuerpo al igual que duda en su cabeza. Alguien tenía que haber hecho algo para sacarla de allí. Los policías no se podían haber dado cuenta de su error así por las buenas, después de lo mal que la trataron.

Yara volvió a abrir las puertas de su casa y la de su salón. Tal fue su sorpresa cuando abrió ésta última. Su madre se encontraba allí sentada en su sofá preferido. Había vuelto del hospital donde se debatía entre la vida y la muerte. Dios había escuchado sus plegarias quemadas en aquella carta.

¡Mamá!. La abrazó con ánimos renovados pareciendo rejuvenecer al hacerlo. Le repitió una y otra vez cuánto la había echado de menos y las veces que le había pedido a Dios que se salvara

Pasaron instantes abrazadas y por fin se soltaron y sus ojos llorosos se cruzaron. Yara preguntó a su madre quién la había sacado de la cárcel y cómo. Después de unos segundos, no obtuvo respuesta. La chica se empeñó y su madre le decretó la solución.

Ella también había escrito una carta instantes después de su recuperación, en su mismo escritorio. Pedía a los jefes de policía que soltaran a su hija. Pensó varias veces en que nadie le haría caso, a una mujer enferma y que la declinarían en cuanto vieran la carta. Entonces fue cuando decidió echarla al fuego de la chimenea y que se esfumase.

Pedía a Dios que sacara a su hija de la cárcel, y esperó una respuesta.

Por suerte, hacía unos minutos que la acababa de recibir en su casa.




5 comentarios:

Gabriel Cruz dijo...

Bonita historia Espíritu, qué mundo sería este si así sin más se nos vieran cumplidos nuestros deseos. La ilustración me ha gustado mucho, el estilo de dieworld es muy bueno, me agradó la manera en que resolvió la idea del fuego y los sueños.
Saludos!!..

Espíritu Caótico dijo...

Gracias amigo Gabriel, cierto que dieworld dió con la clave para la ilustración del relato. Me agrada saber tu pensamiento hacia los sueños y sobre la idea principal del relato. Saludosssss

cristina dijo...

hola wapi!que bonito es soñar!y más bonito todavia que los sueños su hagan realidad!que xulo el texto y con la ilustración ha quedado mejor!1besito

Milio dijo...

Buenísimo David. Sueños y deseos van de la mano al parecer.Pero a veces ni el fuego consumirlos.Muy linda ilustración también.Lo que se dice una colaboración "redondita" . Abrazo querido!

Espíritu Caótico dijo...

Cristi gracias por soñar conmigo y por hacerme soñar. Sí que dieworld hizo un dibujo espectacular al relato que escribí. Tq muxo.
Amigo Milio, los sueños los producimos al dormir o incluso estando despiertos, los deseos son esa mezcla de pensamientos satisfactorios que se posan en nuestra mente y no nos dejan pensar en otra cosa. Gracias por el apoyo. Saludosssss