En un antro de un solitario planeta se estaba celebrando una fiesta Saturnal. La fiesta era al lado del amurallado Castillo de Lord Siput.
El arlequín vestía un traje anaranjado de luces e iba haciendo acrobacias para animar al personal.
Habían asistido al acto desde el perrero hasta el pigmeo del presidente.
Unos disfrutaban llevándose las manos a los sobacos al ritmo de la canción que sonaba y otros, fuera de aquella sentina, asistían al sepelio de Kos, el que tantas veces había sembrado el terror en el planeta. Había sufrido un siniestro y lo habían traído en una parihuela hasta al añil del patio y contemplaron lo que sucedió a continuación:
El cuerpo de Lord KOS comenzó a desintegrarse hacia el exterior del Castillo. Todos quedaron atónitos por lo ocurrido.
Según varios observadores nocturnos, los restos de Lord Kos subieron hasta el príapo y quedaron allí en la órbita durante toda la noche. Al amanecer el cuerpo apareció en el mismo lugar desde donde se produjo el ascenso y todos los miembros de la fiesta lo rodearon como si hubiera vuelto a la vida.
Texto: David Coleto Mozos
Ilustración: Darío Mekler
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